jueves, 5 de mayo de 2011

Las tonterías en las que no creÍA

Como sabrán no me considero una chica común, a pesar de que ahora vivo en la ciudad no encajo en el estereotipo de citadina, siempre con gustos más toscos si se puede decir, de niña solía jugar con carros e insectos y disfrutaba inmensamente de poder ensuciarme con lo que se cruce, no tuve muñecas Barbie, ni soñaba con ser la princesita del cuento que encuentra a su príncipe azul. Simplemente no se me dio, así de fácil. Amante de la paz y la pureza del campo y su gente, no reniego de las comodidades de la ciudad pero había un tema en especial que causaba conflicto, el tema del romanticismo de pareja.
Cuando dos personas están envueltas en todas las sensaciones que el sentimiento de amor o más bien dicho de enamoramiento les toca, esto como sabemos provoca una serie de comportamientos que se podrían considerar tontos por no decir otra cosa, mi profesor de epistemología solía decir que la sociedad no tolera a los enamorados porque hacen lo que les da la gana, no les importa mas que su propia existencia y la del amado/a claro y son felices, algo que en mi caso a no ser salvadas ocasiones en la adolescencia (hoy considerados como los momentos mas bochornosos de mi vida) no me permito hacer o vivir, cayendo a veces en el cruel cinismo he hecho objeto de mis burlas a los ingenuos galanes que usaban los detalles cursis como herramienta de conquista, triste situación resultado de un mal proceso de observación.
Criada en una familia que cree en la soltería como medio seguro de éxito económico, me he enamorado dos veces en mi vida, la primera ya la saben, la segunda ha sido mas bien todo un proceso entre dolorosos rompimientos y felices reconciliaciones.
Nunca jugué a las novias de niña, jamás imagine que eso era parte de mis propias opciones, aprendí que un hombre no hace falta en la vida, que la fortaleza de una mujer era suficiente y que con dinero y las suficientes defensas más un mal carácter se consigue hacer absolutamente todo en esta vida.
Me he dado el tiempo suficiente, sin dejar que la presión social me ahogue, para madurar en una relación mas estable menos romántica y más real, donde he podido ser yo misma y sentir la dicha que te acepten y te quieran de esa misma forma, al tomar una decisión mas sería, el conflicto surge otra vez!
Demasiado dinero, opciones, tiempo y detalles para una ocasión que solo consta de un par de horas, improductivo e innecesario como lo describo, me convertí en la grinch de mi propia boda, dejando el papel de la bridezilla al paciente novio, situación que me divierte más de lo que me conflictúa y que por su puesto no deja de enternecerme, créanlo o no soy capaz de sentir ternura porque soy sincera al decir que me alegra ser parte del anhelo soñado de alguien más.
Muy mala para peluches (me dan alergia) y tarjetas de amor (se convierten en basura), participe con mi pareja de un encuentro como parte de la preparación de la ceremonia religiosa, en un ambiente donde novios y novias solo podían hablar de sus respectivos días, escuché historias de cuanto tiempo de planeación tenían, de en que lugar especial del mundo fueron mandados a hacer los detalles para el gran día, de exigencias y promesas para tal fecha, de la búsqueda y reserva de lugares especiales para el evento con antelación de años.
Impactada por el entusiasmo y el ambiente que se vivió dos días solo para parejas y luego de largas horas de aprendizaje y comunicación, no solo hice consciencia de lo duro que es hacer que una relación funcione sino que regrese con nueva actitud si bien no puedo cambiar quien soy ahora ante la pregunta de ¿Te gusta así amor o el otro modelo? Ya no respondo con mi tradicional mueca, boca fruncida y largo ñeeeeeee, a mi me da igual. Trato más bien de poner todo de mi parte para colaborar, no aceptando lo que sea sino compartiendo la emoción de diseñar algo propio para compartir con la gente que nos quiere.
Me encuentro entonces, desarmada ante la posibilidad de convertirme en la princesa de mi propio cuento y de subirme a esa nube de entusiasmo que solo los novatos y enamorados pueden sentir, no dejaré sin embargo, de creer que lo más importante no es la fiesta sino el acto y sobre todo la posibilidad de contar con el compañero de vida que no solo sea un testigo de mi vida, sino que sea vida, vida para tener un hueco, un lugar propio y distinto en este mundo tan grande, a veces cruel y solitario.